Lo dejé al aire

Category:

10/2008

"pueden mutilar con solo un giro"

Category:




10/2008

Después de la sequía.

Category:

agosto 2008

Gigantes.

Category:

Pucusana 10/2008

Aquellas rosas inmortales

Category:


Olga y las rosas. Aquel joven anónimo y sus rosas. Carver cuenta en el relato “Tres rosas amarillas” los últimos días de Antón Chejov, un escritor ruso que vivió en la segunda mitad del siglo 19. Y porque sus últimos días? Porque no su infancia o juventud, porque recordar al Chejov tuberculoso y delirante?

Fue en marzo. En la Moscú de 1897 que tras unos vómitos ensangrentados, Chejov se entera que sufre de tuberculosis. Durante su estadía en la clínica, Tolstoi llego a parar a su habitación, se había enterado de su la enfermedad de su colega y amigo.
[Tolstoi se quitó la bufanda de lana y el abrigo de piel de oso y se dejó caer en una silla junto a la cama de Chejov. Poco importaba que el enfermo estuviera bajo medicación y tuviera prohibido hablar, y más aún mantener una conversación. Chejov hubo de escuchar, lleno de asombro, cómo el conde disertaba acerca de sus teorías sobre la inmortalidad del alma. Recordando aquella visita, Chejov escribiría más tarde: "Tolstoi piensa que todos los seres (tanto humanos como animales) seguiremos viviendo en un principio (razón, amor...) cuya esencia y fines son algo arcano para nosotros... De nada me sirve tal inmortalidad. No la entiendo, y Lev Nikolaievich se asombraba de que no pudiera entenderla."]


Contrajo matrimonio 4 años después con la actriz Olga Knipper. Tras rompimientos, cartas, distanciamientos y malentendidos “Su alegría” -como el finamente la llamaba- lo acompañó hasta su muerte.

Pasó el tiempo, y Chejov parecía estar hundido en una profunda negación. Se consumía lentamente mientras afirmaba y recalcaba a su madre y hermana que estaba bien, que cada día mejoraba.

Fue a buscar a un reconocido doctor en Badenweiler. Desahuciado llegó con Olga a aquel balneario para atenderse con el Doctor Schwóhrer. Sin fuerzas y según él, acabado como escritor, terminó una de sus obras más importantes “El jardín de los cerezos.”

Aceptando lo que venía y tras una copa de champagne dio su último suspiro junto a Olga y el doctor. Murió. Anton Chejov había muerto y Olga pedía estar a solas con él. Al día siguiente como relata Caver, un joven sin nombre, cargando un jarrón con tres rosas amarillas, tocó la puerta de la habitación donde recibiría el encargo más importante de su vida.

¿Quién era ese joven que sin querer tuvo la tarea de realizar los arreglos funerarios de Chejov?
“¿Entiendes lo que te estoy diciendo?, le dijo Olga al joven. Deja las copas. No te preocupes por ellas. Olvida las copas de cristal y demás, olvida todo eso. Deja la habitación como está (…) ¿Vas a ir?” “Pero en aquel momento el joven pensaba en el corcho que seguía en el suelo, muy cerca de la punta de su zapato. Para recogerlo tendría que agacharse sin soltar el jarrón de las rosas. Eso es lo que iba a hacer. Se agachó. Sin mirar hacia abajo. Cogió el corcho, lo encajó en el hueco de la palma y cerró la mano”.

¿Quién?